domingo, 19 de julio de 2015

Otros



Dar cuerda al reloj
Es demasiada simplificación asimilar el complejo cuerpo humano a una máquina “sencilla” como puede ser un reloj clásico (de los de cuerda) pero  mí me vale para intentar comprender –y, por lo tanto,  intentar explicar-  algún aspecto comparable.
Ni me invento nada ni aseguro ni me creo, al cien por cien, todo lo que sigue, pero sí que me resulta suficientemente consistente para exponerlo aquí.
Sólo sé, o mejor dicho conozco, lo que he leído pero me ha parecido sólido y de buenas y reconocidas fuentes-
Los que he visto divulgados estudios concluyen, de forma cualitativa, en que el ejercicio físico, prolonga la esperanza de vida, el sedentarismo no. Para llegar hasta aquí seguramente no hacían falta demasiadas consultas, no es un descubrimiento reciente, seguramente es una constatación secular generalmente aceptada pero que no siempre se ha llevado a cabo, ni muchísimo menos, individualmente.
La  cuestión está en los matices de esta afirmación que relaciona una actividad (el ejercicio) con el aumento de la esperanza de vida. Entrar en los matices es acercarse a cuantificar una afirmación “solamente” cualitativa. En la medida que nos podamos acercar a la cuantificación (siempre estadística, claro) podremos valorar más o menos su importancia.
Valga como elemento de partida una artículo que ha llegado a mis manos: En “¿cuanto ejercicio hay que hacer para alargar la vida cinco años?  Hay algunos datos generales resumen de otras publicaciones y estudios y enlaces a otros aspectos relacionados.
La conclusión, no apresurada, es que se puede cuantificar, de forma aún vaga pero con cifras, el aumento de esperanza de vida. Quizás se comprenda mejor diciendo que esto es equivalente a decir que es posible reducir la edad biológica (que no, obviamente la cronológica) a través del ejercicio el cual tiene un efecto ralentizador del paso del tiempo sobre el organismo, algunos datos, por cada unidad de tiempo de ejercicio se podría alargar la vida 7 veces esa medida, para una ejercicio diario de una hora con la intensidad adecuada, se tendría al cabo de una año más de tres meses extra de regalo. Las pruebas contrastadas dan otra conclusión, que si se piense parece obvia, aumenta también la calidad de vida ya que se mantienen unas condiciones buenas o suficientes más allá de los “previsto”. Algunos lo resumen así: “No sólo se dan más años a la vida sino más vida a los años”
Cuestión no banal, sino primordial,  es con qué clase de ejercicio, con qué intensidad y con qué frecuencia hay que ponerse. Como es de esperar no hay una respuesta exactamente concreta pero todo apunta a que prácticas a las que estamos bastante habituados (nadar, bici, correr – o al menos caminar rápido) serían las idóneas, pero no de cualquier manera, la intensidad debe ser tal que suponga esfuerzo y la frecuencia de algunas horas repartidas a lo largo de la semana y quizás lo más importante: convertirlo en hábito ya que si cesa la actividad, cesan los efectos, no hay un efecto de acumulación o “ahorro” sin continuidad: parece que si has hecho deporte durante una época y después has abandonado definitivamente toda práctica similar, te ha servido de poco-
 En resumidas cuentas y para desvelar  mi símil del reloj de las primeras líneas valga decir que se puede considerar la actividad o ejercicio físico intenso como el acto de dar cuerda al reloj para prolongar más el tiempo en que va a ir funcionando.


Atalaya de Femés - Teide
El Teide es visible (Si las condiciones atmosféricas son propicias) desde la Atalaya de Femés en Lanzarote. En el siguiente enlace se desarrolla el cálculo del asunto que no está exento de cierta controversia dado que no es fácil la comprobación pues requiere subirse a la Atalaya (o cerca) y que las condiciones de transparencia atmosférica sean excepcionales:
La Atalaya de Femés- Teide