Dar cuerda al reloj
Es demasiada simplificación asimilar el complejo cuerpo
humano a una máquina “sencilla” como puede ser un reloj clásico (de los de
cuerda) pero mí me vale para intentar
comprender –y, por lo tanto, intentar
explicar- algún aspecto comparable.
Ni me invento nada ni aseguro ni me creo, al cien por cien,
todo lo que sigue, pero sí que me resulta suficientemente consistente para
exponerlo aquí.
Sólo sé, o mejor dicho conozco, lo que he leído pero me ha
parecido sólido y de buenas y reconocidas fuentes-
Los que he visto divulgados estudios concluyen, de forma
cualitativa, en que el ejercicio físico, prolonga la esperanza de vida, el
sedentarismo no. Para llegar hasta aquí seguramente no hacían falta demasiadas
consultas, no es un descubrimiento reciente, seguramente es una constatación
secular generalmente aceptada pero que no siempre se ha llevado a cabo, ni
muchísimo menos, individualmente.
La cuestión está en
los matices de esta afirmación que relaciona una actividad (el ejercicio) con
el aumento de la esperanza de vida. Entrar en los matices es acercarse a
cuantificar una afirmación “solamente” cualitativa. En la medida que nos
podamos acercar a la cuantificación (siempre estadística, claro) podremos
valorar más o menos su importancia.
Valga como elemento de partida una artículo que ha llegado a
mis manos: En “¿cuanto
ejercicio hay que hacer para alargar la vida cinco años? Hay algunos datos generales resumen de otras
publicaciones y estudios y enlaces a otros aspectos relacionados.
La conclusión, no apresurada, es que se puede cuantificar,
de forma aún vaga pero con cifras, el aumento de esperanza de vida. Quizás se
comprenda mejor diciendo que esto es equivalente a decir que es posible reducir
la edad biológica (que no, obviamente la cronológica) a través del ejercicio el
cual tiene un efecto ralentizador del paso del tiempo sobre el organismo,
algunos datos, por cada unidad de tiempo de ejercicio se podría alargar la vida
7 veces esa medida, para una ejercicio diario de una hora con la intensidad
adecuada, se tendría al cabo de una año más de tres meses extra de regalo. Las pruebas
contrastadas dan otra conclusión, que si se piense parece obvia, aumenta
también la calidad de vida ya que se mantienen unas condiciones buenas o suficientes
más allá de los “previsto”. Algunos lo resumen así: “No sólo se dan más años a
la vida sino más vida a los años”
Cuestión no banal, sino primordial, es con qué clase de ejercicio, con qué
intensidad y con qué frecuencia hay que ponerse. Como es de esperar no hay una
respuesta exactamente concreta pero todo apunta a que prácticas a las que
estamos bastante habituados (nadar, bici, correr – o al menos caminar rápido)
serían las idóneas, pero no de cualquier manera, la intensidad debe ser tal que
suponga esfuerzo y la frecuencia de algunas horas repartidas a lo largo de la
semana y quizás lo más importante: convertirlo en hábito ya que si cesa la
actividad, cesan los efectos, no hay un efecto de acumulación o “ahorro” sin
continuidad: parece que si has hecho deporte durante una época y después has
abandonado definitivamente toda práctica similar, te ha servido de poco-
En resumidas cuentas y para desvelar mi símil del reloj de las primeras líneas
valga decir que se puede considerar la actividad o ejercicio físico intenso como
el acto de dar cuerda al reloj para prolongar más el tiempo en que va a ir
funcionando.
Atalaya de Femés - Teide
El Teide es visible (Si las condiciones atmosféricas son propicias) desde la Atalaya de Femés en Lanzarote. En el siguiente enlace se desarrolla el cálculo del asunto que no está exento de cierta controversia dado que no es fácil la comprobación pues requiere subirse a la Atalaya (o cerca) y que las condiciones de transparencia atmosférica sean excepcionales:
La Atalaya de Femés- Teide